Curiosidades: Papel Periódico
1 de Julio de 2003 - numero_07
El gran proletario de las fibras vegetales
Cuando el francés Louis Robert inventó la primera máquina de fabricar papel continuo, los editores de periódicos se lo habrán agradecido, porque el oficio de imprimir noticias para venderlas en la calle ya tenía más de doscientos años de antigüedad.
En realidad, el periodismo empezó en Italia, en pleno Renacimiento. Las “fogli di avissi” (hojas de avisos) fueron, se dice, el primer antecedente de lo que siglos después sería la prensa escrita. Consistían en pequeños cuadernillos de circulación muy limitada, que se entregaba regularmente a personajes de las cortes, con noticias y chismes manuscritos por pequeñas legiones de escribas, gente de buena letra y excelente imaginación. Como el precio de la suscripción era una moneda pequeña llamada “gazette”, estos proto-periódicos empezaron a ser llamados gacetas… y la costumbre prendió tanto que hasta hoy en día, muchos voceros mantienen ese nombre.
Luego vino Johannes Gutenberg con su revolucionaria máquina de imprimir, lo que permitió que en Europa se multiplicaran, muy lentamente, los periódicos impresos.
Sin embargo, el papel era un verdadero problema. La fabricación era artesanal, a base de trapos viejos reciclados, y la presentación en grandes hojas, toscas y gruesas.
Diarios de masas
Es que, a diferencia de los primeros tiempos, un diario moderno no sólo es un compendio de noticias de lo más variadas en decenas de páginas, con tirajes tan formidables como el del “Shimbun”, de Tokio, que lanza millón y medio de ejemplares diariamente, sino también el eslabón final de una cadena productiva que comienza en los bosques de coníferas de frías regiones del planeta.
En efecto, el papel periódico se elabora en base a la pasta de celulosa obtenida del Pino Insigne o variedades similares. Para elaborar una tonelada de pasta se necesita talar 17 árboles, lo que obliga a los fabricantes a una permanente resiembra de pinos.
Las plantas productoras (En Chile y Canadá están las más importantes de América) producen grandes bobinas de este proletario papel fino y resistente, de fibras largas entrecruzadas (3 mm), capaces de resistir la fuerte presión de las rotativas de alta velocidad.
Chile, por ejemplo, produce anualmente en sus once plantas industriales 682.000 toneladas de papeles de todo tipo, 90.000 de las cuales son de papel periódico. Afortunadamente, el costo ambiental de tanta y tan continua producción de papel se ha visto mitigado por el uso de otras materias primas baratas, como el bagazo de la caña de azúcar, y el reciclaje del papel.
Los técnicos calculan que si todo el papel que se produce pudiera ser reciclado en condiciones óptimas, se ahorraría el 70% de la energía que se emplea para la primera producción, el 90% del agua utilizada y el 73% de contaminación ambiental.
¿Qué nos espera?
Aunque el papel seguirá fabricándose y los periódicos impresos tienen muchos años por delante, todo parece indicar que el desastre ecológico que algunos anunciaban ya no se producirá, al menos por culpa del papel periódico. En los talleres, los prensistas seguirán aguardando con temor el ruidoso “crraaaac” que anuncia que en algún sector de la rotativa, el fuerte y humilde papel de la bobina se ha rasgado y que hay que volver a enhebrarlo…