Papelerías venezolanas Vs. comercio informal
1 de Octubre de 2004 - numero_12
Son peculiares en Venezuela las “ferias escolares”, promovidas por alcaldías y gobernaciones del Estado. En la gráfica se observa una de ellas, ésta en particular es realizada con el apoyo de la Alcaldía de Chacao (un municipio de la capital). Ferias populares como ésta se montan en su mayoría en grandes y pequeñas carpas donde se ofertan todo tipo de útiles y textos escolares. En la temporada de “Back to school” muchas llegaron a ofrecer hasta uniformes, morrales, zapatos, bultos, etc. Este tipo de ferias es una suerte de comercio informal legalizado, donde los tributos son exonerados.
Los comercios establecidos deben rendir una serie de impuestos, prestaciones sociales a su personal, patentes, impuestos al valor agregado, etc. En cambio el comercio informal no, tampoco quienes participaron en estas ferias populares incurrieron en esos gastos este año, sin embargo sus precios fueron, incluso mayores a los de las
papelerías formales, las que entre sus estrategias se valieron de ofertas y promociones para competir exitosamente.
Si bien en Venezuela estas ferias populares son promovidas por gobiernos seccionales, la situación no deja de ser preocupante en algunos otros países de la región, donde sucumbiendo ante las presiones sociales, los organismos oficiales hacen la vista gorda, ya que suponen que la economía informal crea empleos para trabajadores no calificados y alivia la tensión política. Contrariamente a lo que algunos piensan, lejos de constituir un paliativo contra la desocupación, tiene consecuencias negativas.
El comercio informal frena el crecimiento de la economía, fomenta la baja productividad, y ahoga el desarrollo. Atrapa su actividad en la pequeña escala y el trabajo ineficiente con baja productividad. Limitándose sólo a su capacidad de reinvertir, sin poder obtener acceso al crédito ni conseguir otro tipo de apoyo para crecer. Además es un desincentivo para el progreso, ya que aquel que demuestre crecimiento llamaría la atención de las autoridades fiscales. Estas autoridades limitan la carga de su recaudación impositiva sólo a los sectores legalizados y se ven obligadas tarde o temprano a aumentar los tributos que aplican al comercio formal.
Por otro lado la administración tributaria tiene que demostrar legitimidad. Si la evasión se enfoca como fenómeno sociocultural, la educación tributaria se torna fundamental, la cultura se forma y se transforma a través de la educación.
La informalidad no paga IVA, impuestos sobre la renta, salarios mínimos, no hace aportes jubilatorios, ni ofrece cobertura médica a sus empleados, además no respeta niveles de calidad para el consumidor y mucho menos derechos de propiedad intelectual, llegando en ocasiones a fomentar la falsificación y el contrabando. Distorsiona la competencia porque los actores ineficientes de la economía, impiden que otros más productivos aumenten su participación de mercado.
El consentir esta actividad semiclandestina, genera en el largo plazo un impacto negativo sobre el crecimiento de la economía y la creación de empleo, por supuesto!.
Debería facilitarse la entrada de los informales a un proceso de regularización y su aceptación tendría que ser fácil y rápida, totalmente sencilla para aquellos que finalmente se legalizarían para conseguir créditos y soporte estatal.
Mientras los sectores formales de la economía crezcan y produzcan empleo podrán absorber la masa laboral y mientras tanto contribuir con sus impuestos al crecimiento general.