Estados Unidos o China, ¿cuál será la superpotencia del siglo XXI?

30 de Agosto de 2012 - Destacados

Con el estallido financiero de 2008, se formó un creciente consenso de que China se convertiría en la potencia dominante del siglo XXI.

El debate se centraba más en cuándo superaría a Estados Unidos: 2015, 2030 o a mediados de siglo. En todo caso, el declive estadounidense era tan inevitable como el del anterior imperio, el británico, que a fines del XIX empezó a mostrar signos de debilidad que se volvieron irreversibles en las primeras décadas del XX.

Hoy la polémica se ha reabierto. El coautor de “The American Phoenix” (“El Fénix americano”), Charles Dumas, cree que China es un insostenible castillo de naipes mientras que Estados Unidos está mostrando señales de recuperación.

“China ha crecido de la mano de una inversión absolutamente insostenible y de un modelo exportador que se ha agotado porque Estados Unidos ya no está en condiciones de absorber sus productos. Mientras que Estados Unidos está mostrando nuevamente su capacidad histórica para reinventarse”, le comenta Dumas a la BBC.

En el rincón opuesto se encuentra Arvind Subraminian, del Peterson Institute de Washington, autor de “Eclipse: living in the shadow of Chinese economic dominance” (“Eclipse: viviendo en la sombra del dominio económico chino”).

“Por el poder poblacional, por su dinamismo interno y por su extraordinaria capacidad financiera, China va a desplazar a Estados Unidos”, dice Subraminian.

Cosas chinas

Curiosamente la posición oficial china coincide más con el escéptico Dumas que con el optimista Subraminian.

La dirigencia comunista no se cansa de subrayar que China es un país en desarrollo con urgentes problemas económicos y sociales.

Un par de datos abonan esta tesis. Estados Unidos tiene un ingreso per capita seis veces mayor. En el índice de Desarrollo Humano de la ONU, China se encuentra en el lugar 101, por debajo de la mayoría de los países latinoamericanos (solo supera a El Salvador, Paraguay, Bolivia, Honduras y Nicaragua).

Y, sin embargo, el año pasado, cuando la eurozona pareció a punto de la desintegración, sus dirigentes no buscaron una solución en Estados Unidos (como con el Plan Marshall después de la segunda guerra mundial): miraron a China.

En sus tres décadas de crecimiento promedio de 10% anual, China se ha convertido en la reserva financiera más grande del mundo: unos tres millones de millones de dólares (30% de las reservas globales)
Como otras naciones asiáticas (Japón y Corea del Sur), China creció a pasos gigantescos de la mano de un modelo exportador con mano de obra barata y una coyuntura internacional favorable.

Este modelo está agotado hoy por el desequilibrio que produjo con Estados Unidos y otras economías. La inversión estatal masiva de 2008-2009 no puede sustituirlo y corre el peligro de generar burbujas insostenibles.

“China ha crecido con una inversión de casi la mitad del Producto Interno Bruto (PIB). Mientras tanto, el consumo interno solo constituye un 34%. Este modelo constituye una distorsión insostenible”, opina Charles Dumas.

Entre 2009 y 2010, los bancos chinos prestaron cerca de tres millones de millones de dólares. Los pesimistas que vaticinan un aterrizaje forzoso de la economía china estiman que un 30 por ciento de estos préstamos podrían quedar impagos.

En los 80 Japón era la sombra que amenazaba el poder estadounidense: un estallido bancario-inmobiliario a fines de la década llevó a un estancamiento de casi dos décadas. ¿Es este el espejo real chino?

¿Quién no tiene pies de barro?

Si no todas son luces en el caso chino, en el estadounidense, los desequilibrios y señales de decadencias son evidentes desde hace tiempo.

El gigantesco doble déficit fiscal y comercial estadounidense se ha basado en un modelo que, según sus críticos, es también insostenible. El salario real promedio es el mismo que en la década de los 70. La deuda pública-privada es tres veces el PIB nacional.

“Estados Unidos es como un edificio que fue un orgullo hace mucho tiempo. Hoy los pisos de arriba, los más ricos, se siguen expandiendo, los del medio están achicándose, los de abajo están inundados y el ascensor no funciona”, dice Subraminian.

A pesar de este dislocado panorama social, Estados Unidos sigue dominando un sector clave de la economía moderna: la innovación tecnológica.

Los grandes inventos de la última década –desde Windows hasta Facebook– han venido de Estados Unidos.

Con el estallido financiero de 2008, se puso en marcha un cambio de modelo.

Si entre 1982 y 2007 el crecimiento se basó en el consumo financiado con el crédito fácil en detrimento de la industria, hoy Estados Unidos ha vuelto a exportar: sus ventas al exterior fueron casi la mitad de su crecimiento económico el año pasado.

Además, no es la primera vez que se anuncia el inevitable fin de la hegemonía estadounidense.

El Japón de los 80 es el caso que más se asemeja a China, pero en los 50 y 60 el pronóstico de moda era que la hoy difunta Unión Soviética dejaría atrás a Estados Unidos.

¿Y entonces?

La realidad es que el futuro es un territorio que, por definición, nadie jamás ha pisado: nuestras predicciones son una mezcla de datos presentes y pasados teñidos por nuestros deseos o temores.

El peso poblacional chino es una realidad innegable. Con cuatro veces la población de Estados Unidos, China solo necesita avanzar un poco en su productividad por habitante para alcanzar al PIB estadounidense.
Pero sus debilidades están también a la vista. El déficit institucional, la necesidad de un reequilibrio entre su crecimiento y el nivel de vida, la misma dimensión del país son gigantescos desafíos.

Estados Unidos también los tiene. Ningún imperio es eterno: Estados Unidos no será una excepción.

Según señaló a BBC Mundo Shaun Breslin, autor de “China and the global political economy” (“China y la política económica global”), el resultado será más matizado que una mera victoria o derrota.

“A nivel militar China no va a alcanzar a Estados Unidos. Pero por su mera gravitación poblacional China no será como el Japón de los 80. Su importancia a nivel mundial es muy clara como se ve por el impacto que tiene en América Latina y los países en desarrollo”, afirma Breslin.
En gran medida, la clave estará en cómo salga cada uno parado de la incierta crisis economía financiera que estalló en 2007-2008 y que todavía ensombrece el panorama global.

Fuente: BBC Mundo

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