Lagarde vs Merkel:¿Cuestionamiento de la ortodoxia?

23 de Octubre de 2012 - Destacados

A raíz de la Reunión del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM) emergió públicamente un relativo diferendo entre Christine Lagarde, Directora Gerente del FMI, y Angela Merkel, Canciller de Alemania, en relación a las medidas de consolidación fiscal aplicadas en la zona Euro y sus consecuencias en materia de producción y empleo.
En efecto, particularmente desde 2009 la Unión Europea, comandada originalmente por Alemania y Francia, ha impuesto a la Zona del Euro (ZE) un estricto programa de saneamiento presupuestal para abatir la deuda pública por la vía de la reducción del déficit público anual.

La reducción del déficit fiscal buscada se ha pretendido que sea profunda y rápida, no habiendo sido cumplidas en sus expectativas anuales pasadas, ni se espera positivos resultados en las metas proyectadas para 2013-14. En tal afán, a la Comisión Europea le han acompañado el FMI y el Banco Central Europeo, identificados como la “troika”, cuyos profesionales son identificados en España como los “hombres de negro”.

Independientemente de que desde el inicio de la crisis de la ZE se dijo que el aumento de la deuda era una consecuencia de la crisis económica, por su catalizador financiero, es obvio que las medidas de austeridad han desatado un círculo vicioso que ha disparado la deuda. De esta manera, el saneamiento financiero ha llevado a una reducción de la demanda agregada, lo que a su vez a llevado a una menor producción y empleo, que se ha traducido en menos ingresos fiscales que han terminado por ser canalizados a sanear a las instituciones financieras colapsadas. Así, con un menor ingreso fiscal se ha tenido que enfrentar una mayor deuda pública, cuyo costo de financiamiento se ha disparado por la lentitud de acción de las propias autoridades comunitarias han exacerbado.

Justamente, porque la reducción de la producción y el empleo ha sido más desfavorable a lo esperado, por el hecho de que las metas de reducción del déficit no han sido alcanzadas, en tanto la deuda sigue creciendo rampantemente, es que desde el FMI ha surgido la discordancia contra la ortodoxia hasta ahora seguida e impuesta acremente por Alemania. Es por ello que, por una parte, la Sra. Lagarde ha clamado por un programa para la ZE que contemple el crecimiento económico y el empleo, al tiempo que, por otra parte, recomiende mayores plazos para el logro de la consolidación fiscal o ajustes del déficit público. Tal posición rompe, a todas luces, con la férrea ortodoxia alemana seguida pero también se deriva de los resultados hasta ahora obtenidos.

Bajo el principio de que la elevada deuda que presentaban Irlanda, Portugal, Grecia y España, en orden como se dio el ajuste fiscal en el tiempo, cada uno de éstos países sometieron a sus países a medidas fiscales que fueron acompañadas con elevadas caídas de su Producto Interno Bruto (PIB) y, consecuentemente, del empleo. Tales medidas, se dijo, llevarían en el muy corto plazo a una recuperación económica sana y de mayor sostenibilidad. Sin embargo, a las medidas iniciales de austeridad siguieron otras más, casi como en una carrera sin fin, en la que los esfuerzos de contracción fiscal se antojan a un Sísifo que cada día se aleja más de su meta y le hace más pesada su carga.

Por las consecuencias del proceso así desatado, el empobrecimiento de la población y la pérdida de servicios y atención pública amenazan con romper el tejido social y la misma gobernabilidad de ciertos países y la viabilidad política de la UE; mismas que a algunos les genera reminiscencias de la tensión continental del periodo de entre guerras, 1918-1939. Grecia, Portugal y España muestran ya claros signos de hartazgo social y político, en una situación creciente de pérdida de esperanza y de credibilidad pública de las instituciones nacionales, como de las europeas.

En el contexto político y social, la posición de la Sra. Lagarde por si sola se justifica. Pero también se justifica desde el punto de vista netamente técnico, tal como fue presentado la semana pasada en el World Economic Outlook (WEO-FMI), Coping with High Debt and Sluggish Growth, y que de manera general fue comentado en esta columna del Semanario, Sin Límites.

En el primer caso, porque no puede haber economía sin sociedad. Es decir, no se puede seguir hacia delante en un programa económico fallido, en el que el tejido social puede terminar roto, dando paso a medidas políticamente radicales, sean del signo que sean, como parece ser ya el caso de Cataluña en España. En este hilo argumentativo, vale la pena recordar que el programa de reparación de la primera guerra mundial impuesto a Alemania originó por su empobrecimiento e inflación la caída de la República de Weimar y terminó dando paso a la llegada de Adolfo Hitler. Lo demás fue historia que muy pocos se atreven a olvidar o justificar.

En el segundo caso, es decir la razón técnica que justifica, dentro de la ortodoxia, la posición de la Sra. Lagarde, dada a conocer en el WEO-FMI, es que las previsiones económicas originales del FMI de la relación de déficit fiscal a PIB estuvieron subestimadas; hecho que en la “narrativa” de los economistas ha estado presente para el análisis de la austeridad fiscal seguida. Relevantemente y para no variar, Paul Krugman ha estado insistiendo que el efecto multiplicador de la reducción del déficit tendría un efecto mayor sobre la demanda agregada a la esperada, por lo que la contracción del PIB, sería superior a la supuesta.

De esta manera el FMI estimaba originalmente que una reducción del déficit en 1% del PIB, tendría un efecto multiplicador del 0.5% (Alejandro Nadal, FMI: austeridad y multiplicadores fiscales; La Jornada, 17 de octubre, 2012). Dicho de otra manera, si se reducía el déficit público en 1% del PIB, la reducción general sería de 0.5% en la producción económica agregada. Por lo que el efecto multiplicador fiscal era menor de 1%; situación no creíble, porque significaría que de cada peso gastado por el gobierno la mitad se desvanecería. Posición sobradamente a modo de ciertos economistas que se regodean en el templo del dogma.

En su informe, finalmente, el FMI indica que de un estudio en 28 países encontró que el multiplicador fiscal es mayor a 1. Es decir que por cada reducción del déficit fiscal equivalente al 1%, el efecto final sería de una reducción del PIB de 1.7%. Por lo que el multiplicador sería mayor a la unidad. La estimación arroja una subestimación del multiplicador en más de tres veces a lo considerado y explica mayormente por que el saneamiento fiscal ha tenido efectos contraccionistas superiores que resultan inexplicables para los economistas convencionales.

En este tenor analítico, resulta justificable y lógica la posición de la Sra. Lagarde e insostenible la actitud inflexible de la Sra. Merkel; posición remarcada directamente por Wolfgang Schäuble, su Ministro de Finanzas al indicar contra a la posición de la Directora del FMI que “Cuando quieres subir una montaña alta y empiezas a descender, luego la montaña será aún más alta” (Hechos de Hoy /UN/ José Vidal / Actualizado 12 octubre 2012). En la visión de Schäuble, Sísifo ha estado avanzando en su intento de subir la montaña, por lo que no se justifica que desande su camino.

Lo que no parece ver el Ministro alemán, o no desea entender, es que los países de la ZE retroceden más cada día en su intento de subir la montaña, por lo que los resultados económicos obtenidos con la consolidación fiscal los alejan más de lo prometido. Ya no se trata sólo de aceptar la realidad, sino explicar porque ésta no es la que se esperaba y cada día se corre más el riesgo de entrar en una pesadilla que puede resultar factible para todos.

Como en una farsa de interés privado, después que la Sra. Lagarde matizó su posición original, las autoridades comunitarias dieron a conocer que el regulador bancario -que se había comprometido a poner en marcha para asegurar la sanidad financiera de sus bancos- comenzaría a operar en 2014 y que, en todo caso, serviría para crisis futuras. Además, a la consideración de la Sra. Lagarde de que Grecia “necesitaría” otros dos años “para afrontar el programa de consolidación fiscal” que llevaría el déficit a 2.6% del PIB, la canciller “Merkel rechazó conceder más tiempo a Grecia para que realice el ajuste” convenido (Diario Uno, 12/10/12). Estas dos conductas reflejan una plausible posición europea que fue conjeturada en el artículo anterior del suscrito, tal como consta en el Semanario, Sin Límites de la fecha correspondiente.

Bien dijo la Directora del FMI, Europa es el epicentro de la actual crisis, sin que ello implique dejar de lado la importancia de que Estados Unidos no entre al “abismo fiscal”, que no es más que la reducción del gasto público y la reducción de sus ingresos, tal como lo proclaman los conservadores de ese país y sus voceros interesados. De igual manera, es necesario tener presente lo que dijo, también en Tokio, el Presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim al pugnar por “un banco de soluciones” que permita hacer frente a desafíos mundiales, mejorar la seguridad alimentaria de los más pobres y redoblar esfuerzos para acabar con la pobreza absoluta (Comité para el Desarrollo, Banco Mundial, Comunicado).

México no debe obviar la importancia del multiplicador fiscal, ahora que un nuevo gobierno habrá de diseñar el presupuesto público, en un ambiente de amplia incertidumbre internacional, elevada deuda pública mexicana y un rezago de pobreza y miseria creciente. Pero tampoco deben obviar los funcionarios de la hacienda pública que los dogmas o ignorancias en materia económica se pueden evitar con sólo dar evidencia de lo contrario. Hay que recordar que aunque haya más cigüeñas en París cuando nacen más niños en esa bella ciudad, ello no quiere decir que las cigüeñas llevan los niños a París.

Autor: Antonio Reyes / Fuente: El Semanario – México

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