La recesión en Japón asusta a Occidente

19 de Noviembre de 2014 - Destacados

El 26 de diciembre de 2012, Shinzo Abe ganó las elecciones japonesas y rápidamente sentó las bases de un ambicioso programa económico, conocido desde entonces como Abenomics. Un proyecto sustentado sobre tres flechas: estímulos fiscales, una política monetaria brutalmente expansiva y una lenta senda de reformas estructurales. La idea revolucionó los mercados, y más tras anunciar el Banco de Japón que la base monetaria del país se incrementará entre 470.000 y 550.000 millones de euros cada año, una revolución sin precedentes para doblarla en menos de dos años, en busca de estabilidad, crecimiento y algo de inflación.

Dos años después, y tras intentar a la desesperada más inyecciones de dinero, el país ha vuelto a entrar en recesión (por cuarta vez en un lustro) y ha reavivado los fantasmas del largo estancamiento; no sólo allí, sino en una Europa cuya recuperación es más frágil que nunca. Ayer, el Gobierno anunció que el PIB japonés cayó un 1,6% anualizado entre julio y septiembre, tras haberlo hecho ya un 7,3% en el segundo trimestre del año, justo después de una polémica subida del IVA.

Un mensaje preocupante que se une al desánimo salido de la reunión del G20 en Australia durante el fin de semana. Allí, los líderes de las grandes economías y los emergentes hablaron de crisis, de recuperación y muy poco de crecimiento. Quisieron vender algo de optimismo, y cerraron el acto con un documento cargado de buenas intenciones. Con una batería de 800 medidas para reavivar la inversión, crear empleo y generar hasta un 2% de crecimiento adicional en las economías mundiales en cuatro años. Pero proponer 800 medidas es como no proponer ninguna. “La cosa está muy mal y el G-20 si algo ha dejado claro es eso”, según reconocer fuentes diplomáticas españolas. Y aunque no hay pánico, sí una gran preocupación.

Las últimas previsiones de la Comisión Europea descartan una gran recesión, pero avisan de que se va a crecer muy poco en los próximos años. Un 1,3% en 2014 y no se llegará al 2% antes de 2017 por lo menos. El más claro ha sido el premier británico, David Cameron, que desde Brisbane alertó de la “inestabilidad e incertidumbre” de la economía global, de que hay “señales rojas” de aviso como las de hace seis años y de que puede afectar tanto a los ricos como a los pobres, a los desarrollados o a los emergentes..

Países como España, que han hecho buena parte de los deberes exigidos, se presentan ahora como los alumnos aplicados. En las Cumbres europeas y en Brisbane sacan pecho y Rajoy recibe, por primera vez en mucho tiempo, palmadas en la espalda. Ayer mismo Mario Draghi, desde el Parlamento Europeo, recordó que “los que han hecho las reformas estructurales son los que ahora más crecen”, con Madrid en la retina. Pero si el motor europeo falla, y llega la temida “desaceleración global”, la economía española puede griparse igual.

Durante los últimos años, Europa ha tenido un enorme problema, pero lo afrontó con un plan, con un libro de recetas polémico, controvertido. El déficit era el problema y la ortodoxia fiscal la solución. Hoy, el problema sigue estando ahí, y acertada o errónea, la estrategia ya no está. No hay ideas, ni acuerdo. La UE busca una nueva narrativa en la que crecimiento e inversión han sustituido a recortes y ajustes en ale vocabulario diario. Pero Italia, pese a seguir en números rojos, se niega a más retoques. Francia no quiere cambiar sus Presupuestos.Pero el problema de fondo, aunque se cierren los ojos, sigue estando ahí.

“La política monetaria ha hecho mucho y puede hacer más, sobre todo si va de la mano de reformas estructurales, pero no lo puede hacer todo”, reiteró ayer el presidente del BCE desde el Europarlamento. Y lleva razón. Los fundamentales han cambiado poco, o nada, desde el verano, pero la volatilidad e inestabilidad se traducen en cambios repentinos de la renta fija a la variable, de las Bolsas a los bonos. Del oro y la plata a las divisas. Los tipos siguen en mínimos, como la confianza.. Las armas habituales se han gastado ya. Y las excepcionales, como muestra el caso japonés, no son un seguro de nada. El invierno está a las puertas. Y va a ser muy largo.

Fuente: El Mundo

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