El poder del consumo colaborativo

26 de Diciembre de 2014 - Destacados

El taxi se encuentra, los carros son cómodos, los conductores se esmeran por un servicio de óptima calidad, pago con mi tarjeta, me llega el recibo, puedo calificar el servicio, ¡ah! y lo puedo utilizar, hoy en día con la misma cuenta, en cualquier lugar del mundo. Bueno, casi en cualquier lugar.

Uber es más costoso que el servicio normal de taxis, pero la verdad lo pago con gusto porque cuando de llegar a un sitio se trata, no me puedo dar el lujo de sentarme frente a un call center a ver si encuentro un servicio de taxi amarillo disponible que, la verdad, en un número grande de oportunidades, simplemente no responden a mis súplicas ¡traten de encontrar uno cuando llueve!

En Estrategia el modelo se llama Innovaciones Disruptivas, término que acuñó hace años Clayton Christensen en su libro “The Innovator´s Dilema”, en el que explica, entre otras cosas, que cuando de modelos de negocio se trata, el mercado tarde o temprano ofrece unas ventanas de oportunidad a empresas nuevas que traen en su ADN mejoras para atender hoy a consumidores que o no consumen el producto/servicio, o están siendo pobremente servidos.

En el modelo de Christensen el autor hace hincapié en lo que él ha llamado el RPV: Recursos (lo que empresa posee), Procesos (cómo la empresa trabaja), y finalmente Valores (lo que la empresa realmente quiere lograr), que es en muchos casos en donde está el diferencial de fondo. Las empresas se van durmiendo sobre esquemas de rentabilidad probados, ignorando a un consumidor que no solamente demanda nuevos esquemas sino sobre todo “valora” la aparición de servicios acordes con una forma nueva y diferente de ser atendidos.

La economía actual, apoyada en tecnologías diferenciales, hoy al alcance de cualquiera, ha ido sembrando los modelos de consumo colaborativo que se han incrustado en los más diversas esquinas del mundo empresarial en donde Uber es simplemente un ejemplo más. Alquilamos autos a través de Zipcar, rentamos apartamentos en vez de cuartos de hotel a través de Airbnb, nos vamos con amigos a la Universidad a través de Carpooling o Uberx, vendemos nuestra ropa usada a través de Thredup y usamos Ebay para rematar nuestros más preciados artículos.

La economía colaborativa se calcula vale hoy cerca de US$26 Billones con predicciones de llegar en pocos años a los US$110 billones (más grande que toda la industria de restaurantes norte americana), y se ha convertido no sólo en una realidad económica, sino a su vez en la máxima expresión de la democratización de un sistema económico que antes pareciera estar reservado solo para los dueños del capital.

En muy poco tiempo, Airbnb, para citar solo un caso, ha llegado a tener un valor de mercado de US$10 billones (mayor valoración que la cadena Hyatt) y Uber de US$18.2 billones (Hertz vale US$12.5Billones y Avis US$5.2billones). Las realidades de la desintermediación, unidos a la comodidad que hoy ofrecen las plataformas móviles, y a una cultura generacional que compra diferente pero sobre todo valora el intercambio, está transformando con rapidez modelos de negocio tradicionales que han entrado en pánico.

Nuestro querido Uldarico Peña no es una excepción. La irrupción de Tappsi lo puso en jaque y Uber lo tiene con Prozac (lo obligó a montar el servicio imperial: “ese sí legal”) y es que como sucede con los Blockbusters de este mundo, al zar de los taxis de Bogotá, con todo y sus 60.000 taxistas, lo están retando muchachitos sin un solo carro en su activo. Su defensa, la “regulación y la ley”, aunque entendible, será absolutamente transitoria con todo y el poder electoral que representan su caudal de empleados y unos cuantos concejales y representantes en su haber. A pesar del poder de la norma (algo tenían que encontrar para frenarlos) y del poder de lobby de Uldarico, al final, siempre será el consumidor quien termine dictando las reglas de a quién le compra, qué compra y cómo lo hace, y a pesar de los ingentes esfuerzos de estos Oligopolios, al final, como siempre, triunfará el mercado.

Fuente: Dinero

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