Ahora el FMI dice que un poco de endeudamiento puede ser bueno
10 de Junio de 2015 - Destacados
¿Se puede hablar de mala praxis de parte de los funcionarios del Fondo Monetario Internacional durante estos últimos 30 años? A la luz del documento publicado la semana pasada por expertos del organismo, por lo menos puede quedar planeando la duda.
En todo caso, llama la atención que ahora se plantee que un poco de endeudamiento puede resultar saludable para un país, cuando fue algo considerado como una verdadera herejía en los años 80 y 90. Por lo menos, se trata de un discurso muy alejado de las recetas del FMI aplicadas a rajatabla en distintas partes del mundo a partir de la crisis de la deuda latinoamericana de principios de los 80. Y sin embargo, son los mismos funcionarios del Fondo quienes hoy defienden priorizar el financiamiento de la inversión pública antes que el recorte del gasto y el aumento de impuestos para reducir el nivel de la deuda soberana.
¿Qué pasó entre 1982, año del primer default de México, y 2015 para que la visión del FMI diera un vuelco tan importante, a tal punto que hoy luzcan anacrónicas figuras como la “implacable” Anne Krueger, ex Vicedirectora Gerente del organismo, acusada de haber forzado el default argentino de fines de 2001? Desde los 80 en adelante, la doctrina del Fondo fue asistir a los distintos países en problemas financieros con el otorgamiento de líneas de crédito, a cambio de realizar reformas (léase ajustes) que redujeran el gasto público e incrementaran los impuestos (política fiscal contractiva), tendientes a liberar excedentes que permitieran pagar el servicio de la deuda. El problema, que se comprobó amargamente durante todos esos años y que ahora se repite con la crisis de Grecia, es que esa política de ajuste terminaba afectando el nivel de crecimiento y, por lo tanto, provocaba una reducción de los ingresos fiscales. Así que en el siguiente ejercicio, había que profundizar el ajuste para liberar más excedentes y eso retroalimentaba el círculo vicioso que hundía a los distintos países en la pobreza y en una dependencia absoluta del financiamiento del FMI. La salida de esta poción envenenada era, finalmente, una cesación de pagos y una reestructuración de la deuda soberana, que en general se daba de manera desordenada, como le ocurrió a la Argentina en diciembre de 2001.
Visto a la distancia, no debería haber sorprendido que, diez años más tarde, Michel Camdessus, ex director gerente del FMI entre 1987 y 2000, confesara su arrepentimiento por las políticas aplicadas. “Hicimos probablemente muchas tonterías, muchos errores con la Argentina, pero finalmente el problema de la deuda se resolvió, aunque costó mucho tiempo”, dijo en una conferencia que dio en 2011 en Buenos Aires. Lo que se olvidó de reconocer es que estas medidas, sumadas a la impericia de los distintos gobiernos nacionales, provocaron que la mitad de la población cayera por debajo de la línea de la pobreza hasta 2004.
Cambia, todo cambia
Lo que sucedió para que la visión del FMI se modificara de manera tan profunda en este tema fue nada más y nada menos que la crisis subprime, en la que los mayores aportantes del organismo (EEUU, Reino Unido, Francia y Japón) entraron a su vez en una espiral de endeudamiento difícil de controlar. De ahí que la receta del ajuste por el ajuste mismo fuera dejada de lado esta vez, salvo para países más pequeños como Grecia, España, Portugal e Irlanda.
Es así que surgió esta nueva visión (el estudio publicado la semana pasada se llama “When Should Public Debt be Reduced?”, o “¿Cuándo Debería Reducirse la Deuda Pública?)”, la cual plantea que algunos países pueden vivir con su deuda soberana, o incluso algo que es más revolucionario: que incluso puede llegar a ser conveniente mantenerla que reducirla. Porque en un contexto mundial de tasas de interés bajas, es mejor financiar proyectos de infraestructura que aplicar un ajuste para reducir el nivel de endeudamiento. “Es probable que en esos casos la reducción de la deuda no sea conveniente, al ser los costos involucrados superiores a los beneficios resultantes”, afirma el informe.
De esta manera se creó el concepto de “límite de la deuda”, que representa el nivel dentro del cual los países pueden mantenerse endeudados sin afectar su capacidad de inversión, fundamental para seguir creciendo. El informe usa una clasificación elaborada por la agencia Moody s en 2014, donde cada país se ubica en función de su situación financiera. En esta clasificación, tanto Grecia como Japón, Italia y Chipre cuentan con un margen de maniobra igual a cero, mientras que EEUU se encuentra en una posición confortable en la que le conviene aprovechar las tasas bajas y seguir financiando su gasto público, a la espera de que el crecimiento de su PIB sirva para cancelar de a poco la deuda. Como sostiene el informe, “la deuda afecta al crecimiento. Pero eso no implica necesariamente que reducirla sea una buena medida”.
Fuente: El Cronista