La globalización ha alcanzado sus límites

14 de Noviembre de 2016 - Destacados

Durante las últimas décadas ha existido un consenso casi total entre los economistas sobre los beneficios del libre comercio: si tu vecino puede fabricar algo más barato y mejor que tú, por qué no importarlo y permitir al consumidor ahorrarse unas monedas y al exportador mejorar su nivel de vida. Sin embargo, en los últimos años parece que el proteccionismo está volviendo a ganar fuerza, no sólo entre políticos, también cada vez más economistas creen que en este preciso momento ciertas dosis de proteccionismo podrían ser útiles para la economía, mientras que otros tantos creen que es necesario detener el proceso de globalización hasta que se encuentre una solución para los perdedores de este desarrollo.

A los Paul Krugman, Larry Summers o Michael Pettis, ahora se suma parcialmente Paul De Grauwe, profesor de Economía en London School of Economics y uno de los mayores expertos en política monetaria del globo, explica que “ahora parece que la globalización ha alcanzado sus límites”. Aunque este experto no defienda el proteccionismo, cree que sería positivo dejar en pausa el proceso ‘globalizador’ por los costes que supone su avance.

Por un lado, De Grauwe cree que el medio ambiente es uno de estos límites a la globalización: “Las cadenas de valor globales han sido posibles por la caída de los aranceles, permitiendo que los bienes puedan ir y volver de un país a otro hasta que están preparados para el consumo final. No obstante, todo este transporte supone un gran coste medioambiental que no se refleja en el precio final del producto… lo que supone un incentivo a producir demasiados bienes que dañan el medioambiente”, destaca el economista belga.

Grauwe destaca en su blog que “cuando los defensores del CETA y del TTIP argumentan que estos tratados servirán para incrementar el PIB, están en lo cierto, pero olvidan que esto supondrá elevados costes para el medio ambiente”.

Ganadores y perdedores

El segundo límite de la globalización tiene que ver con la desigual distribución de los costes y los beneficios de la misma. “El libre comercio crea ganadores y perdedores. Hay muchos ganadores en el mundo por la globalización. Los más importantes son los cientos de millones de personas que han salido de la extrema pobreza… pero también hay muchos perdedores, como los millones de trabajadores en los países industrializados que han perdidos sus puestos de trabajo y han visto caer sus salarios”.

Dani Rodrik, profesor de Economía en la Universidad de Harvard, destacaba en Project Syndicate, que “los economistas no terminan de comprender por qué el aumento del comercio internacional repercute de forma negativa sobre los salarios y el empleo. Todavía no hay un buen marco conceptual alternativo al que usan los partidarios del libre comercio”.

Este economista concluye que ni los partidarios del libre comercio ni los detractores, tienen ahora suficientes datos fiables para sentenciar si los tratados de libre comercio son hoy positivos y negativos, “lo único que podemos asegurar es que habrá ganadores y perdedores”.

Como señala De Grauwe, en los países desarrollados también hay ganadores, como los “trabajadores y dueños de las empresas exportadoras”, o las firmas que han podido reducir sus costes a través de la deslocalización, llevando el factor capital hacia países menos desarrollados en los que la mano de obra es abundante y más barata.

Para mitigar estos efectos negativos que parecen cobrar cada vez más fuerza, Grauwe cree que la mejor manera sería dar mayor peso a las políticas redistributivas, “políticas que transfieran ingresos y riqueza desde los ganadores hacia los perdedores del proceso”.

Con todo esto, De Grauwe no quiere decir que haya que revertir la globalización, ni siquiera está defendiendo la implementación de pequeñas dosis de proteccionismo como otros expertos. Este economista belga cree que “es el momento de detener el proceso de liberalización del comercio hasta que nos podamos enfrentar a los costes medioambientales y distributivos que conlleva. Esto implica la introducción de controles más efectivos de las emisiones de CO2, el aumento de los tipos marginales del impuesto sobre la renta y el fortalecimiento del sistema de seguridad social en los países industrializados”, sentencia el profesor del London School of Economics.

Fuente: El Economista

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