¿La inflación es siempre un fenómeno monetario?
8 de Marzo de 2017 - Destacados
La teoría clásica sostiene que la inflación es principalmente un fenómeno monetario, sobre todo a medio y largo plazo. Sin embargo, tras la Gran Recesión están cobrando fuerza algunas teorías alternativas que creen que los movimientos de precios se producen principalmente por otros factores diferentes a la creación de dinero.
Parece que ahora más que nunca se pone en duda la mítica frase del prestigioso economista Milton Friedman, que decía que “la inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario en el sentido de que solo es y puede ser producida por un incremento más rápido de la cantidad de dinero que de la producción”.
Como destaca The Wall Street Journal, durante décadas se ha dado por hecho que los bancos centrales podían controlar los precios a través de la base monetaria y los tipos de interés. Un incremento de la creación de dinero y unos tipos bajos impulsaban los precios al alza, mientras que una reducción de la base monetaria y unos tipos rectores más elevados aminoraban la inflación.
La teoría no se cumple
Sin embargo, tras la Gran Recesión, los billones de euros, dólares o yenes inyectados en la economía por parte de los bancos centrales no han tenido el efecto esperado sobre los precios. Es más, otros factores como la caída de las materias primas y los alimentos frescos han estado cerca de llevar a una parte importante de los países desarrollados a una deflación real, con caídas del IPC que se han prolongado en el tiempo.
Ahora que la inflación asoma la cabeza en varias economías, este movimiento se debe más a un recorte de la oferta del crudo por parte de la OPEP (con subida de precio del barril) y del alza del precio de la electricidad por motivos transitorios. Todo ello, poco o nada tiene que ver con los estímulos monetarios de los bancos centrales
De modo que lo que se ha podido ver tras la crisis es que los bancos centrales pueden incrementar todo lo que quieran la base monetaria (billetes, monedas en manos del público y reservas bancarias), pero esto no tiene por qué desembocar en un incremento de la oferta monetaria, es decir, de la cantidad de dinero que hay en circulación en una economía. Los agentes pueden mostrar una gran preferencia por la liquidez y mantener el dinero ’secuestrado’ como está ocurriendo (una trampa de liquidez). Los bancos mantienen su dinero en reservas en el banco central en lugar de prestarlo, mientras que familias y empresas lo mantienen en activos líquidos en lugar de consumir e invertir.
David Lafferty, estratega jefe de Natixis Global Asset Management, explica a The Wall Street Journal que “no creo que sepamos lo que es la inflación. Se alimenta de muchas fuentes diferentes”. No se puede concluir que los precios suben por un factor o por otro, influyen muchas vías.
La inflación puede ser de costes u oferta, que es el alza de precios producto de un aumento de los costes de los insumos de las empresas. Estos mayores costes pueden ser por un incremento de los precios de la energía (petróleo, electricidad, etc) o por un incremento del coste de la mano de obra, es decir, por un aumento de los salarios y otros costes laborales.
La inflación también puede ser de demanda, que está directamente relacionada con un aumento persistente de la demanda agregada. Este tipo de inflación suele originarse cuando el país está creciendo por encima de su potencial y los factores productivos están funcionando al 100% y aún así son incapaces de producir al mismo ritmo al que crece la demanda.
Las materias primas
Arend Kapteyn, economista jefe del departamento de inversión de UBS, cree que la inflación de costes u oferta es la más relevante, sobre todo por el elevado peso de las materias primas en los índices de precios de las economías.
Este calcula que desde 2002, el 84% de los cambios de precios oficiales se explican por los auges o caídas del petróleo y los alimentos. Mientras tanto, la demanda juega un papel pequeño a la hora de formar los precios, las empresas raramente eligen el precio de un bien o servicio final por su demanda, sin embargo la mayoría de las subidas de la inflación han venido precedidas de auges en el precio de las materias primas.
Un economista que sostiene que los movimientos en los precios no se causan en un primer momento por la creación de dinero es Eduardo Garzón, economista de ATTAC y asesor del Ayuntamiento de Madrid. Garzón es uno de los principales defensores de la Teoría Monetaria Moderna (TMM) en España. Este experto argumenta que “la hiperinflación nunca surge porque un banco central pierda el control e imprima una cantidad excesiva de dinero, sino que aparece en situaciones extremas (conflictos bélicos, transición desordenada de sistemas económicos, y por pésimas políticas económicas) que provocan caídas importantes de la producción”. Como reza la TMM, la impresión de dinero y la hiperinflación ocurren como consecuencia de estos fenómenos, pero no es la causa del incremento de precios.
Por otro lado, Juan Ramón Rallo, Director del Instituto Juan de Mariana, profesor de Economía en el centro de estudios OMMA, cree que la hiperinflación siempre es un fenómeno monetario (la inflación no lo es siempre necesariamente). “La hiperinflación es un repudio de la moneda, siempre. Otra cosa, y en ese coincido con la TMM, es que el fenómeno monetario que desata la hiperinflación no tiene por qué ser originalmente una multiplicación de su oferta: puede ser, simplemente, que los activos que respaldan el valor de la moneda fiat (por ejemplo, los ingresos petroleros en Venezuela) sean impagados”.
Rallo sostiene que “es como una acción: ¿siempre que el precio de las acciones cae un 99% es porque se ha multiplicado la oferta de acciones o porque el valor de los activos de la empresa se ha hundido? Más bien lo segundo”.
Quizá Milton Friedman siga teniendo razón y la inflación sea un fenómeno ante todo monetario, pero lo que es evidente es que los agentes no se comportan como lo hacían en la época de este Nobel de economía. Aunque la base monetaria se haya multiplicado en los últimos años, la propensión a endeudarse de familias y empresas parece haber disminuido recientemente, un hecho que se ha agudizado tras la Gran Recesión. Por otro lado, el sector financiero tampoco parece igual de dispuesto que en el pasado a usar sus reservas y liquidez para dar crédito y poner a funcionar el multiplicador monetario. Esto junto a otros factores pueden descifrar el misterio de la inflación perdida.
Fuente: El Economista