¿Existen los buenos y los malos contenidos en Internet?

5 de Mayo de 2017 - Destacados

Hace unas semanas, algunos alumnos me preguntaron qué pensaba sobre el contenido “basura” o de mala calidad que abunda en la red. Particularmente ellos se referían a los canales de algunos YouTubers que, desde su punto, eran bastante malos, aburridos, deficientes o incluso, ofensivos.

Mi respuesta fue que no existe mal contenido en Internet, sólo una oferta muy amplia que puede o no coincidir con nuestros gustos personales, pero que nadie nos obliga a ver. Y es que en Internet y redes sociales la principal característica es que el usuario es el único responsable de lo que consume.

La forma en que se manejaron durante mucho los medios tradicionales de comunicación como la radio, la televisión o la prensa impresa hizo que los usuarios los culpáramos de prácticamente todos nuestros males e incluso, los responsabilizáramos de nuestra educación, nuestra limitada cultura política o de nuestro pobre desempeño deportivo, sólo por citar algunos ejemplos.

El problema con los medios tradicionales es que la oferta de contenidos era muy limitada y repetitiva: un single sonaba en todas las estaciones; una noticia se editorializaba prácticamente de la misma manera en todos los espacios noticiosos; la estructura de programas de revista o concurso eran iguales en todos los canales.

No había búsqueda, propuestas, desafíos. Y en algún momento nos teníamos que cansar.

No obstante, nunca entendí la correlación que muchos daban por hecho entre medios, cultura y educación. Si bien es cierto que los mass media fueron un referente cultural, siempre ha sido responsabilidad de las personas hacerse cargo de su propia formación.

Sin embargo, siempre fue más fácil culpar a los medios que hacernos responsables de nuestra educación.

Esta forma de mirar como culpables de todo a los medios se heredó a las plataformas digitales: se ha generado muchísima desconfianza porque la oferta y calidad de contenidos es tan amplia, que prácticamente se puede encontrar lo que sea. Si a eso sumamos los fenómenos virales como (que van de Los XV de Rubí a Lady Woo), el descrédito digital crece enormemente.

Umberto Eco lo dijo: “las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas”. Lo que me lleva a plantearme la pregunta de a quién seguía Eco en sus redes sociales, puesto que consideraba que las opiniones que leía eran malas. Si seguía a idiotas (lo que sea que eso signifique), seguro sólo leería opiniones con esas características.

Sin embargo, a diferencia de las plataformas tradicionales, donde la oferta de contenidos se limitaba a la línea editorial del medio, en digital el usuario es quien construye su propio flujo de información, con sus propias características de tiempo y forma.

Este hecho hace que el usuario sea el responsable de lo que ve y escucha en redes y medios digitales; una responsabilidad para la que probablemente no esté preparado.

Por ejemplo, el caso de las noticias falsas es paradigmático. Se culpa a las redes sociales de difundir información falsa, cuando en realidad son los usuarios quienes lo hacen. Es importante que entendamos que las redes sociales no son medios de comunicación, sino plataformas de interacción.

Son un pilar de los medios y parte fundamental de la difusión de la información, pero en ningún momento podemos confundirnos y exigir que tengan la ética de un medio de comunicación. Estas plataformas no están obligadas a decir la verdad, por el simple hecho de que se trata de personas interactuando y generando contenidos; no son empresas o profesionales los que lo hacen.

A la responsabilidad de qué ver en las redes sociales, se suma la de qué creer. Una cuestión complicada y que requiere cierta formación. Quizá en algún la discriminación de la información digital se convierta en parte de la educación básica, pero por lo mientras, nosotros tenemos la responsabilidad de formarnos un criterio y ser cuidadosos y escrupulosos con la información que compartimos y creemos.

Al final, no existe el mal contenido en Internet: lo que a mí me parece terrible, a alguien le parecerá atractivo. La libertad de expresión tiene muchos matices, uno de los más complicados es defender aquello en lo que no estamos de acuerdo.

Autor: Rubén Vázquez / Fuente: Forbes

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