En menos de diez años, las tarjetas de crédito y débito desaparecerán

8 de Enero de 2018 - Destacados

Sin duda, esto es una gran noticia tanto para los consumidores como para los comerciantes, ya que cuantas más formas de pago haya, más fácil, ágil y seguro será abonar los bienes y servicios que se consumen. En adición a todo esto, la penetración de los dispositivos móviles hizo que se evolucionara de las billeteras físicas a las billeteras digitales.

El ecosistema tradicional de los medios de pago como lo conocíamos -y que nació hace más de 60 años – está cambiando de manera rotunda, sobre todo en los últimos años. La pregunta del millón es si, como está sucediendo en la industria automotriz, quienes empujan los avances tecnológicos son empresas “tech” y no las fábricas de autos. La industria de los medios de pago lo sabe y está tratando de liderar la transición -y recreación- del nuevo ecosistema de medios de pago.

En los autos, marcas como Tesla están generando el famoso “cambio de paradigma” que si bien facilita mucho la tarea de conducir, lo hace de manera ecológica y basado 100% en una nueva tecnología. Todo indica que la llegada del vehículo autónomo es ya una realidad. ¿Se imaginan cuántas cosas cambiarán?

Por ejemplo, para el real estate, si uno pudiera viajar desde su casa a su empleo en un auto que se maneja solo, podría vivir en las afueras de las grandes ciudades y comenzar a trabajar desde el auto.

Volviendo al sector financiero, la llegada de las “fintech” como nuevos proveedores del ecosistema de medios de pago será un desafío para dicha industria ya que hoy hay muchísimos más jugadores que deben “alimentarse” de los mismos economics existentes. Si bien estos nuevos participantes traerán innovación y diferenciación, se anticipa una feroz pelea por la dominación de un espacio único y reducido. Esto nos indica que no caben dudas de que el nuevo ecosistema se está transformando en un ambiente altamente tecnológico. En ese sentido, la muerte del plástico como medio de pago se estima aproximadamente en unos 10 años.

Hoy localmente ya convivimos con sistemas novedosos como los pagos “sin contacto” – NFC -y los códigos QR. Estos últimos permiten pagar el combustible sin siquiera firmar un papel y con un innovador y ágil procedimiento de “check-in” que permite eliminar el tiempo de pago en la experiencia de carga de combustible.

Los atributos de esta tecnología permiten ahorrar tiempo para el pago/cobro en estaciones de servicio, restaurantes y/o supermercados, entre otras muchas posibles aplicaciones.

El dinero en efectivo tiende a caer en desuso, aunque se sigue innovando en los cajeros automáticos buscando darles más seguridad a los usuarios a través de herramientas biométricas como la huella digital o el reconocimiento facial. Eso evitaría el tedioso proceso de poner claves y contraseñas como hacemos hoy, vitales para la seguridad, al margen de proporcionar una identificación positiva del cliente mucho más seguro, conveniente y efectivo. Todo esto permitirá combatir fuertemente el hackeo de datos.

Respecto del uso que los usuarios hacen de la tecnología, hay quienes prefieren ante un problema hablar con una persona mientras que otros sólo buscan una solución más pragmática y “chatean” con “chatbots” (robots computarizados que chatean con usuarios reales en tiempo real).

Si analizamos el “big data” que surge de cruzar información de consumo y de cómo las personas pagan, vemos que las personas consumen casi siempre los mismos servicios y con la misma frecuencia: somos mucho más previsibles de lo que creemos.

Servicios básicos como luz, gas, agua y teléfono, cable e Internet, supermercado, colegios, clubes, combustible, salidas al cine o teatro y restaurantes forman el menú de pagos del 90% de las personas.

Cuantas más opciones de pago/cobro tengan los usuarios, sin dudas mejores decisiones podrán tomar. Lo importante estará dado en cómo convertimos los nuevos “juguetes tecnológicos” en casos de uso aplicables que faciliten la vida de todos los participantes de la cadena de valor de medios de pago.

Y esa batalla recién ha comenzado.

Autor: Diego Viglianco Fuente: Clarín

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